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martes, 10 de abril de 2018

UNA HISTORIA VERDADERA, de DAVID LYNCH

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Basada en una historia real ocurrida en 1994, la película nos cuenta el viaje emprendido por un anciano desde el Estado de Iowa hasta el norte de Wisconsin para ver a su hermano que acaba de sufrir un infarto y con el fin de reconciliarse con él después de diez años sin hablarse, "por causa de la ira, los malos rollos y el alcohol".
En vista de que no puede renovar su carné de conducir por sus problemas visuales, el protagonista decide recorrer estos 500 kilómetros en una máquina cortacésped a la que ha enganchado un curioso remolque.
Se trata de un viaje purificador, lento y gradual que le servirá para preparar su ánimo para el encuentro y para contar su historia así como para expurgar sus demonios gracias a los personajes que, a lo largo del recorrido, encuentra.
Quien conoce la filmografía de Lynch, no deja de sorprenderse con esta cinta tan diferente a todo lo que nos tiene acostumbrados.  Pero Lynch no se resiste a abandonar del todo a esos personajes atormentados, nerviosos y estresados que aparecen en Terciopelo azul o Corazón salvaje, entre otras. Muestra de ello es esa conductora que, muy a su pesar, atropella ciervos en su camino habitual. Y, frente a ellos, ahí está este anciano con la sabiduría y serenidad que la vejez otorga, regalando consejos a quienquiera que encuentra y decidido a asumir todos los riesgos imaginables con tal de poderse sentar junto a su hermano y mirar juntos las estrellas.
Y esta película nos deja ese buen sabor que queda tras comprobar que el mundo está lleno de gente sencilla, gente buena, solidaria y honrada, dispuesta a ayudar a sus semejantes. Esa pequeña gente, anónima, que no aparece en los libros, que no recibe premios ni honores, que no sabe de maldad ni de codicia, pero que cada día siembra un poquito de paz y amor allá por donde pasa. Esa gente, los verdaderos héroes, de los que pocos hablan porque parece mejor hacernos creer (creo sospechar con qué propósitos) que la malicia, el odio y la corrupción es lo que impera.
Geniales interpretaciones, tanto del protagonista como de esa hija que ha aprendido a vivir tras una terrible historia. 
Una película que nos hace reflexionar sobre la vulnerabilidad del ser humano y sobre cómo en la conciencia de esa vulnerabilidad reside precisamente nuestra fuerza.
Con un ritmo lento, con silencios que dicen más que mil palabras, con la extraordinaria belleza de esos paisajes de EE. UU. y con la sensual y relajante música de Angelo Badalamenti, Lynch nos ha hecho pasar una muy agradable tarde de este insólito mes de abril.

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